· Austeridad.- El día de Reyes los frailes me regalaron un camión, lleno de animales que, tirando de una cuerda, movían la cabeza. Al mismo tiempo, en mi casa los Reyes me dejaron un pedazo de coche de carreras con pedales, última moda. Sin embargo yo me enamoré del camioncito (que por cierto, lo había visto por el convento y era de una lotería benéfica que ponían los frailes).
· Fraternidad.- Nos regalaron, mejor dicho, le regalaron a los frailes una tele (yo tenía en casa). Aquella fue una de las mejores tardes de mi vida, montando el aparato y pensando que durante la cena veríamos la final de la copa de Europa que jugaba aquel día el Madrid. Justo después de la bendición de la mesa el guardián dijo que se apagaba la tele y se comía en fraternidad. Reconozco que me sentó fatal, pero me enseño un montón. Hoy en mi casa hay tele en dos salitas, pero no donde se come.
· Seriedad.- Nunca fueron ñoños conmigo, todo lo contrario. El guardián me regaño bastantes veces: por meterme en los charcos, por no ser obedientes a mis padres…
· Alegría.- Siempre me transmitieron alegría y me regalaban continuamente sonrisas.
· Paz.- Nunca transmitieron violencia y cuando me hablaban de los mártires era de su santidad. Nunca hablaron mal de sus asesinos.
· Servicio y disponibilidad. De ellos aprendí a estar siempre dispuesto, sin escaquearse de las presponsabilidades.
Al final de mi estancia con los frailes me caí del campanario. Sentí que me mataba y recé. No me pasó nada. Por supuesto aquella fue una caída también por dentro: tenía que aprender a ser humilde. Me fui de Fuente Obejuna con dos grandes regalos: mi vida (quizás se la deba a esos Santos franciscanos) y mi vocación de franciscano.
Mi vida siguió normal en Peñarroya. Luego me fui a Sevilla, a estudiar Matemáticas. Tenía 18 ó 19 años. Un día, paseando por la calle Carlos Cañal entré a una iglesia y vi un hábito, como los de Fuente Obejuna. Ahí dije: ¡Son los míos! Y así es como volví a descubrir en San Buenaventura la Fraternidad. En esa época leí muchísimo, quería descubrir todo acerca de la Orden Franciscana, por supuesto lo primero en leer fue la vida de San Antonio (me acuerdo que las mujeres de Fuente Obejuna le rezaban, lo toqueteaban… y al otro, San Francisco ni caso). De todos los libros que leí ninguno fue mejor que el libro de mi vida, aquellos frailes de Fuente Obejuna me había enseñado todo lo referente al carisma franciscano desde la experiencia.
A los 22 años, llego la crisis. Fue una crisis pequeña, sencilla… El Señor no me tiró del caballo como a San Pablo, sino más bien del borriquillo. Como todo el mundo me planteé: “¿Dónde voy?”. Y a esa pregunta le añadí otra: ¿Por qué no ser fraile franciscano?
Recuerdo tres momentos claves en este proceso vital:
· En la Biblioteca de Colegio Mayor Universitario Guadaira, del Opus Dei (un orgullo el haber sido colegial de allí) en una enciclopedia encontré ‘Orden Tercera Franciscana’, con la descripción: “hombres y mujeres que vivían la espiritualidad de San Francisco sin ser religiosos”. Para mí, en ese momento, aquello se me planteó como una posibilidad.
· Todas las noches le pedía a Virgen María que me dijera qué quería el Señor de mí. Y nunca me contestaba, pero una noche tuve un sueño especial. En San Buenaventura estaban en misa, todo lleno de frailes con sus hábitos y un fraile dijo: “subid al Altar” y subieron todos. En ese instante, el fraile me dijo sube Manolo, tú también eres de la Familia. Me desperté contentísimo, pero había una cosa que no entendía todos vestidos de frailes y yo no. Algo no estaba claro mi sueño.
· En verano me iba con las Religiosas de la Presentación de María de Peñarroya de campamento y nos fuimos a Chipiona. Estando allí fui a por formas para la Eucaristía y volví a encontrarme con la FRATERNIDAD, en el convento franciscano de esta localidad gaditana. Y otra vez mis preguntas y dudas. El sacerdote que estaba en el campamento me dijo que era la hora de plantearme todo, que me fuera delante de Ntra. Sra. de Regla y no me levantará de allí hasta que decidiera mi vocación. Allí estuve bastante rato y lloré, pero descubrí que Dios me llamaba para ser Franciscano Seglar.
Cuando ya estaba todo claro, fui preguntando por la Orden Franciscana Seglar. Empezaron la surgir dificultades:
ü En San Buenaventura me dijeron eso está un poco caducado y “tú ya eres franciscano viviendo así”.
ü En Madrid fui hablar con los Franciscanos-Capuchinos y después de contar mi vida me dijo fraile: “Aprueba las oposiciones, vete a la mili, cásate y luego ven por aquí”.
ü Lo hice todo y por ese orden. Entonces escribí una carta a un Convento próximo de Arjona y nunca me contestaron.
ü Por fin en Córdoba un Franciscano Capuchino me llevo a su convento y me presentó a la OFS, allí ingresé y profesé. Soy Franciscano seglar por pesado
Ya siendo franciscano conocí a la hermanas clarisas, sin ellas no estaría completa mi vocación. Estoy muy unido a ellas, son claves para mí
Quiero acabar pidiendo:
v Que regaléis FRATERNIDAD al mundo
v Que viváis a tope la VOCACIÓN
v Que ofrezcáis la OFS al mundo, a mi me ha dado la felicidad.
Y os digo que es tiempo de EMPAPAR la sociedad de franciscanismo. No es posible ser franciscano sin tener esa pequeña locura franciscana. Hay que abrir todos los grifos, mangueras, aspersores… dejar que la tierra se empape de franciscanismo. Es tiempo de vivir a tope nuestra vocación franciscana y dejarnos de superficialidades.
Manolo S. B.